¿Control o ansiedad?
Constantemente escuchamos hablar sobre personas controladoras, entendiendo este comportamiento como una conducta de poder sobre los demás y en más de las ocasiones hasta solemos jactarnos de ser controladores como sinónimo de asertividad y/o fortaleza.
Nada más alejado de la verdad. Lo que en realidad ocurre es que se está viviendo desde una ansiedad crónica fundamentada en el miedo a no saber qué ocurrirá, acompañada de una urgencia de que lo que sea que se presiente, termine lo antes posible. Es intentar prever el futuro para, de alguna forma, detener lo que podría ocurrir.
Se teme al pasado, al presente y por supuesto al futuro. Se teme a todo aquello que desconocemos o a lo que que se tiene un antecedente negativo. El control aparece como una necesidad de evitar situaciones a las cuales se les tiene miedo.
El miedo es la mayoría de las veces de causa irracional y proviene del instinto de sobrevivencia. Se vive sin saber cuál es el peligro concreto o de dónde viene. El miedo a perder el control es registrado por el cerebro como un real peligro de muerte.
La persona controladora en realidad está haciendo juicios constantemente de lo que ocurre en su alrededor, en un intento desesperado de corregir a los demás para que las situaciones ocurran tal y como él o ella las cree. Piensa que su intervención no es necesaria sino obligada, sin darse cuenta de que en realidad ni siquiera está pensando y que quizá solo está obedeciendo las órdenes que provienen de sus experiencias previas, mismas que, además, muy probablemente alguien más se las hizo creer y no tienen que ver con las demás personas.
El controlador no tiene conciencia de que está controlando a los demás y a su alrededor, el controlador verdaderamente cree que sí sabe más que los demás y que también solo quiere hacer las cosas lo mejor posible porque así se lo dicta su entendimiento. La mayoría de las personas controladoras piensan que son más inteligentes o listas que el resto del mundo y que les toca cuidar, aunque sea obligando, que la vida transcurra tal y como la conocen.
El miedo a enfrentar situaciones que escapen a la mirada vigilante, llega al punto de mantener en alerta todo el tiempo todos los sentidos pretendiendo que no se escape detalle alguno. Al final del día el resultado será estar extremadamente agobiado y muy probablemente generando una depresión crónica por estar constantemente en esta montaña rusa de emociones e hipervigilancia, con tal ansiedad que supere por mucho la capacidad mental, física y emocional de la persona.
Yo no soy controlador(a), soy una persona que vive con ansiedad.
Reconocer y declarar que se vive con ansiedad, permitirá abandonar conductas nocivas y salir de la vorágine de las emociones destructivas.
Norma Lorenza García Medina
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