Agradecer lo que fue
En la decisión de dar la vuelta al dolor y no vivir más con sufrimiento el amor, el amor de pareja, he decidido reconocer que he sido -si no querida o amada- sí receptora de la energía vital y de genuinas muestras de buena voluntad de algunos hombres.
No sé si en este plano de la existencia alguno de nosotros seamos realmente capaces de AMAR, así con mayúsculas. Lo dudo. Sin embargo, creo firmemente que hay en algunos encuentros chispas de transformación que se van con nosotros para siempre o hasta que ya no son necesarias, hasta que hemos aprendido a ser un poco más maravillosos, más generosos, osados, valientes experimentadores de toda la gama de matices propios de este mundo.
Hoy recuerdo las palabras ¡tantas veces las mismas!, las promesas desgastadas como un papel que leemos y doblamos una y otra vez, las llegadas y partidas sin pena ni gloria, los gestos cómplices, las sonrisas, el remanso de paz en medio de un par de brazos distintos cada cierto tiempo, pero también los bailes a mitad de la noche en la calle, las lágrimas de sentirse colmado, la insensatez, el arrojo, el encuentro profundo al mirar más detrás de los ojos.
No importa cuántas veces una u otra historia pudo ser en mayor o menor medida una calca de la otra, esa es la manera en que estos hombres aprendieron que se ama, que se entrega y me la ofrecieron; esa es la manera en que aprendí a ser amada, a amar, es lo que entregué. En muchos casos di y me dieron con intenciones inconscientes y quizá poco sanas para mí y para el otro, pero en otras muchas ocasiones no fue así: nos entregamos con cierta inocencia, con el valor que da el enamoramiento, las hormonas, esa búsqueda de nosotros mismos a través del otro. Desde un extremo u otro hay aprendizaje, siempre, si uno se atreve a mirar su historia sin velos y extraer lo mejor para su evolución.
Hoy me toca mejorar donde sé que debo mejorar; perdonar y perdonarme, aunque ya no haya nada qué perdonar. También decir gracias a esas personas por imprimir en nuestro tiempo juntos su voluntad, su energía vital, su tiempo y agradecerme a mí por haber vivido estas relaciones en todos sus claroscuros, porque al final de eso se trata ¿no? de vivir.
Gracias por lo que esta mañana pude decir, desde el fondo de mi corazón y sin dolor, que así fue.
Luz Guerrero
Comentarios
Publicar un comentario